El vacío o quizás lo sagrado

HABLEMOS DEL VACÍO, DE LOS ESPACIOS INTERMEDIOS,
DE LOS MOMENTOS DE LA NADA.

¿Con qué frecuencia sentimos que el drama es una parte normal de la existencia? ¿Cuántas veces, en nuestro aburrimiento, nos entregamos a las corrientes caóticas de nuestro colectivo, sabiendo en el fondo que no es sano, ni verdadero para nosotros? ¿Con qué frecuencia nos traicionamos a nosotros mismos por el encanto de un momento de emoción? ¿Un momento que nos lleva a lo más alto, pero que nos deja tan vacíos, preocupados y privados de un verdadero alimento?

Hay momentos en la vida en los que las corrientes profundas se mueven a través de nosotros y a nuestro alrededor. Hay momentos en los que necesitamos zambullirnos y nadar río abajo porque controlar sólo nos llevará a la angustia, al dolor y al apego innecesario a lo que quiere ser liberado. Esto es diferente; aquí es sabio dejar ir, dejar ser, participar en la danza salvaje de la vida. La vida nos llama a subir a un escalón superior, a situarnos en una cima más alta, a ver más allá del horizonte de nuestra mirada, así es como se produce el aprendizaje.

Sin embargo, hay momentos en los que nos causamos mucho dolor innecesario a nosotros mismos y a los demás. Interrumpimos un surgimiento natural que sólo puede florecer con el tiempo, la paciencia, el silencio y el no hacer mucho, un momento que quizás se expresa como ordinario, como poco, como simple, como lento. Aquí, sería prudente detenerse un momento, escuchar con el corazón, ampliar nuestro sentido de sentir y vivir en el presente. En lugar de entregarnos al caos no armonizado de nuestro interior, sería más sabio quedarnos quietos en medio de los truenos y la lluvia, para comprender de dónde surgen las tensiones innecesarias que llamamos ansiosamente a nuestras vidas, para que ocurra algo aparentemente más interesante. Tal vez sería sabio dejar de lado la vieja historia de la necesidad de hacer siempre algo, la obsesión por sentirnos entretenidos, la ansiedad que surge cuando se extiende la brecha entre el sentir y el hacer, las falsas promesas de la personalidad brillante que quiere ser alguien o algo allá afuera mucho más allá de lo que somos, el espacio vacío que reclama nuestra asistencia, que nos pide que nos sentemos en el trono de nuestro propio ser. Quién sabe, tal vez nos encontremos en el umbral de algo nuevo. Podríamos descubrir la esencia de nuestro camino, la llamada de nuestro destino. Podríamos descubrir que valemos nuestra alegría, que valemos una vida hermosa, que valemos cada gota de paz y cada florecimiento de amor. Recuerda: que se sienta vacío no significa que esté desprovisto de vida y significado.

Cuando los sentimientos de vacío te visiten, en lugar de huir, te propongo que te quedes. Siéntate e invítate a un espacio cómodo dentro del vacío, siente lo que sientes. Quédate ahí, contigo mismo en presencia, y sigue tu día reconociendo lo que estás experimentando, dejándolo ser. Mientras lo haces, puedes ser consciente de la pulsación que surge en el centro de tu ser cuando te permites el regalo de sentir el vacío por completo. Con el tiempo, encuentro que esto me da la bienvenida a un espacio de comunión más profunda con lo sagrado, lo real, lo puro. Practiquemos el abrazo al vacío, igual que abrazamos las estaciones y la plenitud. No lo creerás, pero es en el centro de estos momentos inmóviles y secos, que carecen de emoción, ruido y actuación, donde a menudo se manifiestan los milagros.

En silencio, practiquemos nuestra sintonía con el pulso sagrado interior.

LO SAGRADO – UNA MEDITACIÓN